miércoles, agosto 04, 2010

Idilio


Acaso una hora puede hacer la diferencia
entre el desgano y la sonrisa. Si sólo amantes
fuéramos, respiraría tranquilo, volvería a cerrar
los ojos sin verte. Acaso una hora – una sola –
puede marcarme de por vida.

No es un pasillo, sino una cueva
y refugiados de la lluvia nos protegemos
de la muerte; no es una luz y no es aire
acondicionado, son soles y tifones ahuyentándonos
desde el fondo del cielo y el mar; no son bocinas,
sino cuervos esperando que tus ojos se cierren
en los míos; no son asientos y no son pasajeros,
son nuestras sombras y nuestros cabellos
enredados bajo el efecto de un vino; no son
ni siquiera personas quienes conversan en voz alta,
no son voces, no son; no son saludos, no son besos,
son latidos escondiéndose en las costuras olvidadas,
son marchas de ejércitos invadiéndome el interior.
Sí, es el día perfecto que termina mal,
no estás en mi mano; estás apenas lejos, pero estás
inundando otros ojos; no es la noche
quién te absorbe y te rapta de mi lado,
es el sueño de otra nube, es el viento
quien te empuja, es la rabia que cae
de mis dedos la que te ahuyenta.
No eres en mí como fuiste o pudiste
serlo, eres en ti solamente, aferrada
al momento de las caricias y las miradas.

Idilio en el sueño que siempre temí
pudiera visitarme, idilio en una noche
que recién comienza, que pronto
estallará y que nunca, nunca acabará.

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