martes, noviembre 30, 2010

¿Detrás de los cerros de Valparaíso?

Más cerros, obvio. Nada de ciudades ocultas ni de rumas de libros ni siquiera de cementerios sin fin cubiertos de arena y telarañas. Cerros, y muchos. De esos que a veces se incendian y parece que fuera el fuego de siglos pasados el que consume al mismísimo pasado para dejarnos bañados en ceniza. Todo gris. Todos cubiertos con una capa de tristeza mirando al cielo, o a los cerros, que es lo mismo. ¿Detrás de los cerros? La preguntita. Allá es donde viven los que alguna vez llenaron las barras de los bares del puerto; los caneros que venían a bailar a las calles y a los pasillos.

Allá viven y mueren los capitanes de los barcos hundidos, los políticos que esperaban las votaciones tomándose una caña de vino, los niños que corrieron por siempre cerro abajo y que nunca pillaron la pelota. Detrás de los cerros está esa casa de madera y lata, con la puerta diagonal y desencajada, el timbre con el cable pelado, la ventana cubierta con una bolsa amarillenta; esa casa que desde hace años parece abandonada, que tiene olor a colonia inglesa, a pan quemado, que sólo por las tardes se pone un rato al sol, ya arrepentida de tantas lluvias, de tantas noches.

Allá, al otro lado de los cerros de Valparaíso se hallan los poetas, los que mueren a cada verso gritado contra el viento. Se dibujan entre ellos los pintores y los arquitectos de la ciudad reseca. Y siguen allá jugando a armar el rompecabezas con las hojas caídas de los árboles del cielo. Los maestros carpinteros que hicieron los muebles esquineros más inútiles, más hermosos y más resistentes, porque no sólo al mar había que resistir, sino al torbellino y a los mismos cerros que caminan y se cambian de lugar cuando se pelean con el vecino.

martes, noviembre 23, 2010

Pensar en todo es pensar sólo en ella

Caminaba lento y marcaba sus pasos en la arena
entristecía a los perros
que se detenían a esperarla
desbocaba ríos, subía la marea
hacía dormir a los árboles
mecidos por el viento

por las mañanas, el sol la buscaba
sólo a ella.

Cita II

traigo el cierre abierto
y el pelo enmarañado
espero la hora de la cita
con los vidrios empañados

van a ser las ocho y media
no se ve por ningun lado
otra vez el semáforo muerto
las nubes visten de morado

aúlla un perro, no veo nada
pasos suenan como un dado
por el frente su pelo esquivo
sirve de algo ser malcriado

Cabros chicos

Y en qué quedamos entonces
pues poetas de los noventa

de los ochenta
del siglo veinte
diecinueve
del cambio al último minuto
poetas si se les puede llamar poetas

a los cabros chicos elegidos
a los nunca mencionados
a los organizadores de lecturas
a los olvidados en las cárceles
a los inmaculados de siempre
a las princesas desnudas
a los cabros chicos pero canosos

en qué quedamos poetas malditos
y malditos poetas
antipoetas
(si se quiere)

en qué quedamos

en pelotas quedamos.

Mejor ni hablar

Vivir a diario
morir sólo una vez

¿por qué creemos
en tanta tontera?

Morir a cada rato
debería ser la consigna.

(de vivir, mejor ni hablar)

Noche roja se viene encima

Noche roja se viene encima
dice el titular que descansa sobre la mesita
no sé que quiere decir
no conozco al autor de dichas letras
también rojas
Noche roja se viene encima
más encima de mí que de ti
más apoyada en mis hombros
que en tus hombros, seguramente.

Noche roja, dice, noche
de otros colores que no serán rojo
ni rosa, ni morado, ni siquiera anaranjado
nada por el estilo de la gente común
deberá ser un color inventado en el momento
un color improvisado y ahí sí
que se vendrá encima
la noche, encima de todos nosotros.

Mientras, continúa su camino a la desaparición
el vaso vacío, la mesita, el diario.
borde de la mesa: fin de ciclo

Calma dije pero me salió tan poco calmado
que nadie me creyó lo que decía y tuve que repetir
salío aún peor y sudé sudé sudé
temblaron mis manos y las palabras se enredaron
la noche se viene encima
noche roja se viene encima murmuré asustado
miré arriba y no se venía nada encima
qué hora es pensé
encima es abajo encima es abajo
de abajo saldrá la noche roja como lava
noche multicolor como una bomba atómica de mil colores.
una bomba: fin de ciclo.

sólo quedarán las piedras
y las cucarachas y los que de verdad
se portaron bien.

nada de esto se podría decir
si es que no estuvieramos encarcelados.
cárcel: fin de ciclo.

las rupturas se vienen haciendo desde siempre
las vanguardias no ha cesado nunca de ser anticuadas
nada es nuevo, todo está escrito
todo está muerto, mejor dicho
ya nada queda vivo
después de la bomba atómica
después del nacimiento de la tragedia
después de las traducciones de cortázar
después de los poemas de whitman
después del suicidio de diaz loyola
disfraz civil de pablo de rokha
que era una roca moldeada al fuego
sobreviviendo quizás hace cuántas bombas atómicas
roca y fuego: fin de ciclo.

tengo en este momento un sueño
y en mi sueño no me da sueño
nunca.
insomnio: fin de ciclo.

una hoja caída de un árbol
es lo único con lo que puedo
realmente contar,
todo lo demás
es sólo viento.

domingo, noviembre 21, 2010

Un año

La arrastró por las calles
por las escalas por el cielo entero
por los salones alfombrados
por las maderas barnizadas
por el polvo acumulado hace años
por las espaldas curvas por el agua
la arrastró suavemente
- apenas perceptible -
mientras ella dormía
quizás hace años.

La arrastró y no la miró
ni una sola vez:
la vergüenza lo hacía sangrar,
despertó ella justo
cuando él la besaba.

sábado, noviembre 20, 2010

Silencios de otros tiempos.

Volvió con el sol
como la pena vuelve
a cada silencio.

Desapercibido IX

En las noches miraba el calendario
pegado apenas a la pared
colgando de un hilito, imitador.

No se animó a marcar su cumpleaños
no se animó a olvidarlo tampoco.

Quiso que los meses se acumularan
y que le llegaran todos de golpe, no quería esperar.

Desnudó su pena más de una vez:
la nombraba a desconocidos
en bares desnutridos,
inventó más de una historia
ellos siempre protagonistas, sueños de otras gentes
siempre un muerto, siempre la mala suerte.

Pasó el mes: Octubre y no llamó.
Ni saludó, apenas se acordó.

Dos semanas después, la vio de la mano
iba feliz
mirando fijo
a los gatos en las ventanas.

Quiso ser esa mano
ser ese gato
ser esa sonrisa
ser una de esas ventanas.

Al menos, parecía feliz.

A veces el amor
pasa desapercibido.

Volveré a ser el viejo humillado

Volveré a ser un viejo humillado
por las luces de la noche
y los tragos de más
en los bares mecánicos, marcados con mi nombre.

Una marca de guerra perdida
en los campos hoy transitados,
unas marcas de nacimiento, de olvido,
una herida abierta - al fondo se ve el mar-

Volveré a ser el viejo humillado
despertando en esquinas cubierto con kilos de ropa vieja
ayunando por costumbre, llanto fácil sobre el adoquín.
Desnudo por las noches, pateando las estrellas para dormir.

Una flor de fuego interrumpe los sueños
se toma mi cuerpo, entrelaza mis venas
hasta que el cielo completo se torna flor,
se hace el fuego y con él, la desilusión.

Sentencia

La sentenció
con un beso
en la frente.

Miró sus ojos semicerrados
sus manos durmiendo
y se quiso morir
por un segundo.

En la mesa quedaba
un sorbo de vino
un último respiro.

Quizás se podría pensar
en todas las cosas que no hicieron
en las mañanas de almohada sin olor.

Quizás hasta se imaginaría
una tarde perfecta:
el humo al viento y no a la cara,
el beso en la escala, esperando.

La sentenció con un beso en la frente.
Asesinó las atentas ilusiones, saludando al sol
caminando a su lado, escondiendo la cara.





jueves, noviembre 04, 2010

Distancia

Se va la luna y deja sólo oscuridad
mordiendo las palabras colgadas del techo
tan lejos el cielo, tan lejos el sabor de la simulada
oscuridad. Disfraz de mujer. Disfraz de persona.

En la orilla, casi luz. Un casi no-existir
del terreno a tu alrededor.

¿No es esa la forma y el fondo, no es sino la única
manera de hacernos entender?

Vamos a cambiar el tiempo, a reflexionar por el día,
a renunciar a las noches vanas, a quemar los sueños,
a fulminar el paredón, quizás el último,
a teclear la vida y cavar buscando el pan.

Se va ya el Sol. Se va para siempre el Sol.
Nada queda sino una sombra
larga y un rumor.

En horas del artificio se muerden las manzanas
con las caras largas, con las manos tristes.
Brazos y piernas reptan cerro arriba en su búsqueda,
allanando el campo, grabando en las cáscaras
su reclamo histórico.

Cascada de imbéciles. Lloran y beben lo mismo,
cantan y recitan, cantan y creen que recitan.
Lloran en vano.

Hombre triste, hombre gris.
Hay días en la vida, tan leves... ¡Yo no sé!

Trama de mañana

Qué quisiste decir
con esas sonrisas a lo lejos y la desnudez de tu espalda,
qué dilemas resolviste antes del sueño,
qué tramaste en los silencios, en cada intervalo.