miércoles, septiembre 21, 2005

Que nos queda nada

Qué nos queda, qué nos falta.
Que nos miren
Que no digan basta
¿Y el niño que mañana es hombre,
será desecho de tus palabras?
Sólo un pobre se da cuenta
de tu sombra inerte, de tu pronta muerte.
Uno que cree que es verdad,
la mentira, que ellos inventan
lee el diario en la mañana siempre
y vive según lo que dice el libro del rebelde
del inútil

del que vuelve.
Jóvenes pero no animales, pensantes pero no criminales
razonables con ideales, peligrosos sin bozales.

Cuídese don Bene, del niño que lo persigue,
no tiene ni dibujado en sus manos, esos signos
esas cosas, a las que ustedes llaman anillos,
nosotros llamamos esposas.
¿Pero qué vamos a saber nosotros?
Si ni estábamos cuando ustedes escribían,
se olvidan de la esencia
de las cabezas y de los numerosos
hombres que tanto esfuerzo pusieron
pa’ vernos crecer en libros.
Se olvidan de los cantores, que nos dieron
el alma de niño.


(Contratado por un segundo y enemistado con mi buen amigo me vi en la necesidad de escribirle esto al genio uruguayo. Véase 'Qué les queda a los jóvenes', de M. Benedetti)

martes, septiembre 20, 2005

Borrador para siempre

Sinceramente no tengo un tema para escribir. No se me ocurre nada concreto pero mi cabeza está a punto de estallar. Necesito esta válvula. Junto con escuchar música y leer. Aunque entre las dos me quedo con leer concentrado y la música de fondo, pero se pueden ver también como elementos que contribuyen a la hinchazón de mi cabeza. De mi pocaza creatividad. De mi limitada 'por ahora' capacidad. Porque nada me detendrá, escribiré y escribiré, hasta que tu casa derrumbaré. Gasto lápiz after lápiz, bic me auspicia y ni lo sabe. Me compro cuadernitos en miniatura, para guardarlos en espacios pequeños. En repisas que construiré con tablas viejas. Si de mí dependiera, me deshago de la cama y duermo sobre cuadernos. Colmaría las paredes de libros, de fotos, de recordatorios y de ideas. De dibujos mal hechos, de estúpidas cartas sin destino. Y quiero leer todo Cortázar, gozar todo Lihn, reirme con Parra, llorar con Bolaño, aprender de Cervantes, descubrirme con Dostoievski, nacer para Chéjov, despegarme de García Márquez, leer todo Ampuero, releer a Fuguet, pasar sobre Kerouac, admirar a Faulkner, Lafourcade, Edwards, Wells, Huxley, Hesse... robar todos los libros y guardarlos en mis bolsillos. Dejar de pensar en cómo salvar el mundo, dejar de salvarme y empezar a vivir. Olvidar el cerco político, crear una nueva idea. Crear y creer en crear. Voy a dejar nacer, voy a viajar y no pienso volver.

Dos dedos de frente

Vi a Gregorio Samsa pasar por mi calle arrastrando una gran bolsa negra y no me percaté de la cantidad de animales que lo seguían. Horas despues, una multitud se abultó fuera de mi casa, increpándome el hecho de que no salí a despedir al Gran Gregorio. Extraño por decir lo menos, ya que nunca hablé con él, ni sabía que le llamasen el Gran Gregorio. De hecho, yo pertenecí a ese grupo, que, de niños, tirabamos piedras a su ventana. Creo ser el único sobreviviente de esa inocente jugarreta. Sin contar, claro, al mismísimo Cortázar que vivía un par de calles más abajo.

Ya pasados los días, vino a mi puerta un hombre bajito, sin más pelo en su cabeza que dientes en su boca; preguntando por una tal Princesa Höbnna, nombre más bien de realeza, poco probable de encontrar en mi humilde morada, pero el bajito, que se presentó como Mario B. insistió en pasar y buscarla por las habitaciones. -Que déjeme- Que no - Que está adentro - Que no - Que yo sé que está mintiendo... Dale con que el perro trepa árboles. Ok, pase... revise cada rincón y no encontrará a nadie. Cuidado con revisar los cajones, que ahí no cabe una princesa, pero sí muchos paquetitos personales. Y me quedé esperando en la entrada, viendo como Cortázar arrastraba leños de la playa para encender su chimenea. Mis párpados ya caían sobre mis mejillas, pero eso no bastó, sino que la música estalló en un remezón increíble para toda la casa. Botó recuadros y alguno que otro vaso, despertó al gato, movió la antena y hasta se cayó ese libro que estaba sobre la pila de asuntos, quedando abierto en la página que no quise leer. Hice ingreso triunfal a mi propio living, corriendo de espaldas para no ver el desorden y me topé con Mario B. encaramado en el librero. Arrojando maní por maní, llamando a la fiesta al joven soñador. En eso llegó Míster Davis, acompañado de doña Imaginación. Somnolientos como ellos solos, no pudieron aguantar la tentación de morir en mi living. Míster Davis con su sombrero y lentes correspondientes, la señora Imaginación bailando una cueca cumbianchera. Desesperado, yo, no sabía que servirles. Brandy, gin o tequila, tintolio o whiscacho pal caballero. Sientese donde quiera, menos en la mesa porque está nueva. Si quieren llamen al Cristo de Elqui, para que nos anime la velada, ya invité a la dama Amalgama y al señor Inspector, si es que era eso lo que preguntaban. Viene llegando Jotabeche en carruaje, seguido por la tropalá de niños bailando, asi que parece que se armó el cototo sandungueo. Falta alguien, lo sé... y por favor diganle a Mario B. que pare el leseito con el maní y que la puerta se cierra por fuera.

jueves, septiembre 08, 2005

Advis

Un año de la muerte del genio, de uno de los más importantes compositores y maestros de la música chilena. El más actual héroe de Iquique, Luis Advis.
Seguidor de la buena literatura y de la música de camara, da rienda suelta a su imaginación, creando obras increíblemente complejas, en un género que, bien, no gustaba en un principio.
"Me molestaba escuchar un bolero, y sólo lo aceptaba como algo cómico. Hasta los 30 años, para mí la verdadera música no incluía lo popular ".
"Creo que Cortázar, Vargas Llosa y García Márquez me apasionaron hasta tal punto que, cuando leí que sus personajes bailaban mambo, empecé a escuchar lo que había rechazado... sólo entonces accedí al encanto del bolero, del tango, de la música chilena y también del folklore latinoamericano. Pero yo no hacía nada que se refiriera a esto; todo estaba guardado en el inconsciente".
En 1969 compuso la Cantata Santa María de Iquique, obra que, siendo apolitica, logró un impacto como ninguna lo ha logrado hasta hoy, debido al contexto histórico-cultural que se vivía.
Quilapayún la grabó, algún militar la destruyó. El grupo de ponchos negros la volvió a grabar, y se le encargó al mismísimo Cortázar que revisara los textos e intentara mejorarlos. Respecto a esto, Advis habla:
"No me gusta que corrijan mis textos sin preguntarme, además que en ninguna parte yo uso la palabra pueblo como la usa Cortázar. Estaba tan molesto con ese señor que le iba a escribir una carta, pero no lo hice porque al mes siguiente murió",
A modode homenaje, se habla él mismo...
Ustedes que ya escucharon
la historia que se contó
no sigan allí sentados
pensando que ya pasó.
No basta sólo el recuerdo,
el canto no bastará.
No basta sólo el lamento,
miremos la realidad.

Sin ser más que él...

Cuando por fin pudo despegar los párpados, volvieron a su estado previo instintivamente a causa de la luz que hacía fila para colarse en ellos. Después de unos eternos segundos, en el techo se dibujaron unos maderos que quebraban el manto blanquecino y lo hacían pensar en cuanto tiempo habían estado secándose, o cuantos atardeceres había permanecido acostado.
Una sombra se estiraba cerca de una luz a su izquierda. Se animó a hablarle, ¿qué decir? ¿preguntar por la familia? ¿qué había pasado? ¿cuánto tiempo llevaba ahí? ...

-Estoy muerto - se habló a sí mismo, aún pensando en la imagen de su abuelo cortando el pasto y picando la tierra poco antes de soplar por los ocho años. Para su sorpresa, la borrosa silueta no se inmutó con sus palabras. Quizá hablé muy suave, pensó.
-No me puedo mover, apenas siento mis manos - elevó un poco la voz intentando algún tipo de reacción de la insensible silueta que se mantenía quieta a un costado de la ventana.
-Por favor, ayúdame - dijo con vergüenza, sintiendo un leve dolor en su garganta probablemente por el esfuerzo de hablar.

-Hace dos vidas que dejaste de respirar, ya déjate de joder - oyó en el momento que cerraba los ojos desesperanzado. Afuera de esas persianas se olía un día de verano, se encaramaban unas enredaderas a un tronco seco y unos cachorros peleaban sobre el pasto recién crecido. Se acordó del surazo que lo azotó en Valparaíso, se acordó de Luchín y sus padres cantores, se acordó de papeles pegados y poleras blancas. Se acordó del viento que lo elevó sobre el mar y lo llevó a ese bosque desconocido, ajeno a todo lo tenebroso, familiar como una madre, suave como el último beso. Déjate de joder. Se acordó de esas tardes labrando con su abuelo, cosechando gotas de una sangre sabrosa, comiendo el resto y riendo de la muerte. No pensó en ella cuando lo agarró de las piernas. No pensó en él cuando se tomó ese último vaso. Ese vaso que como cuerda floja se paró en él. Pensando en lanzarse mucho antes, pensando en que ya no iba a aguantar. Cuerda floja cuerda rota.
Y no más de esas copas muertas, sólo que me responda esa maldita silueta. ¿Qué me pasó? ¿Dónde está mi familia? ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

- Ayúdame, por favor... - rogó ya sin humillarse - Sácame de este cielo infernal y llévame a un lugar donde exista de verdad - Y se acordó de Violeta, de sus amigos y las guitarras. Payo lo estará esperando, Adolfo se preguntará el porqué de las lágrimas cerca del mar, el Gitano me extraña en canciones, lo sé. Y uno que otro niño no lo verá por su calle, jugando o saltando, bailando él mis pasos, bailando yo sus risas. Y el ruido de hojas secas lo trae de vuelta a las vigas, de maderos, nada. Luces negras colgando del techo y el perfil oscuro ya se delineaba más cerca de sus pies, lejano a su pensamiento, pero cerca de lo que podría ser su única posibilidad de ver otra vez la luz del día. Y se atreve. - ¿Por qué me tienen acá? - aventura. - ¿Qué hice para merecer esto? -
Y la respuesta no se hizo esperar -Cantaste más fuerte que los demás, una canción que no se permite escuchar. Vaciaste todo un mundo de corazones tristes, no dejaste crecer el mito de papel que yo mismo hice-
Así, sus ojos pesaron y se cerraron con un dejo de tristeza. No podría ser el pájaro otra vez, ni cantar al mundo esa vieja faceta que escondió para despues. Y ahí, justo en ese momento, fue que se lamentó por no haber ido a esa celebración de ocho años, los pasó en la calle, con torta arrancada de una pastelería y sin abuelos que abrazar.

lunes, septiembre 05, 2005

Combinao con todo

Tomar este popular destilado peruano (aceptémoslo) puede ser muy dañino. Sobre todo si es que se hace a orillas de una línea del tren, en Villa Alemana, escondido de los carros de paz ciudadana y mezclado con Canada Dry en un vaso plástico. Cero hielo, cero limoncito. Menos pensar en una silla o una buena música. Aperrao en un bloque de cemento que alguien olvidó o quizás puso ahí justamente para eso. No somos más de ocho comensales (imaginen la mesa) ni lo seremos, porque muere la magia y, en términos prácticos, porque se acaba el espacio. Es fácil servirse el primer vaso, puesto que el tradicional frío casi lo obliga a uno. Lo lleva al pecado. No es mi culpa, es del frío. Aunque no se trate de una culpa tal y como suena, sino más bien una sensación de rebeldía, de estar haciendo algo por lo que los pacos nos pueden llevar. Falso. A lo más nos botan un tercio del copete, se llevan otro tercio y "el resto tómenselo rapidito y pa la casa". Take it easy que esto no es tan grave. Además es poco probable que se preocupen de revisar la línea del tren. Ni menos que se les ocurra llevar a un montón de niñitos bien que juntaron plata para un par de promo, pero no les alcanzó como para costearse una buena tomatera en un boliche local. Casi siempre la línea (también puede ser un cerrito, una cancha o por último la micro) se usa como preámbulo a un malón consolidado, entiéndase tocata, pub, cumpleaños, carrete cualquiera. Pero el preámbulo es necesario para liberar tensiones, llegar con confianza al carrete y lo mejor, levemente happy o arriba de la pelota. Cada quien tiene sus palabras sobre esto, pero bueh. Tampoco son chiquilladas de trece años. Perfectamente podría realizarse en un living, una cocina, un patio o una pieza, pero la línea y la vía pública entrega, lejos, el toque necesario para hacerte parte de la calle. Caminar por ella y no sentirte ajeno. Cruzarte con alguien y saber que eres local. Confianza. Casi libertinaje. Soltura. Se deja de lado esa tensión al ver noticias, al saber que el violador andaba suelto, que andan robando en el centro, que los amigos chocan en auto, que falta plata, que el lunes hay clases, que la música ya no es música, que donde está el resto, que los nazi, que nadie pesca a nadie. Menos de todo, más preambulos. O no?

jueves, septiembre 01, 2005

Un poco de todo

De que hay buenos escritores, los hay. ¿En Chile? Por supuesto. Y no es necesario estudiar ni cinco ni diez ni meses para aventurarse. Sólo basta con leer un poquito por acá, un poquito por allá; fácilmente se encuentra uno con peculiaridades por acá y maravillas por allá.
En general, que en Chile no se apoye al arte es una vergüenza. Más de 500 músicos en la región y menos de 20 están sólidamente apoyados. El resto, arrastrando sus instrumentos y cantando en las micros. Hoy escuché la mejor versión posible de Arriba en la Cordillera, no en la Valentín Letelier, no en la radio Congreso, en una Euro Express camino a Villa Alemana; y aparte de mis $200, un par de monedas para el intérprete. Talento.

Pero... Ay! con el pirateo.

Volviendo al tema de escritores. Es cosa de mirar al norte y nos damos cuenta que el best seller del año es un libro de más de quinientas páginas, pero sin ningun contenido más profundo que una canción de Cachureos (los mensajes subliminales de Epidemia eran mentira). El Codigo Da Vinci la rompió, y Chile no fue la excepción. Todos querían hablar de él y lo hicieron, todos querían leerlo y lo hicieron. Pero... la gran pregunta, ¿Por qué se vende 'tanto' esa novela en Chile si es que, supuestamente, los chilenos no leen? ¿Qué pasa entonces?... Creo tener un pequeño atisbo de respuesta. Los chilenos, aburridos de tanta solidaridad (somos los más dadibosos dicen) no queremos leer a más autores chilenos y compramos sea lo que sea desde afuera. Ese afán de creernos el cuento gringo. Dan Brown se lee en una tarde, me atrevería a decir, sentado en el 'ídolo de porcelana'. Tranquilamente. Aunque es innegable que el tipo engancha.

A lo que voy es que se podría leer con la misma emoción a tanto autor chileno que existe, y de paso se ayuda a levantar un poquito esa alicaída industria literaria que se está ahogando. Ah!, pero ahí viene otro problema. Las editoriales no publican las novelas livianas de autores chilenos. Y el autor tampoco quiere pasar ese borrador de puras tonteras que escribió, aunque que el público lo devoraría. ¿Por qué?, simplemente por el complejo de Neruda que llevamos dentro. Complejo de Manuel Rojas. Complejo de Huidobro. Complejo de cuanto autor genio haya nacido en este país. Queremos ser el segundo Pablo y el tercer Nobel. Por eso que Isabel Allende es criticada, rompe el esquema de todos los divos. Ampuero vende porque escribe sentado junto a Brown. Y así el resto.

Sé que no soy erudito en el tema, ni pretendo serlo después de terminar esto. Pero como dije antes, no hace falta.

Y aquí parte y termina la fábula. Escriban y aperren. Escribamos y suicidémonos en el intento.