martes, agosto 17, 2010

De la noche en que no existió la piedad

Como esperando bajo un enorme árbol meridional
leo las mismas hojas roídas que ayer deseché
le hago el quite minúsculo al destino, oigo los llantos
de los niños huérfanos y de las putas viejas
que algún día, enceguecido, amé.

Como leyendo bajo una enorme lluvia de olvido
igualo el tremendismo de las miradas rotas
y la explosión que de tu cabellos marcha,
desnudo el catálogo de sentimientos cara a cara
con la fe de una madre ciega.

Como enfriando el recuerdo bajo la enorme noche
dispongo frente a mí dolor y rabia, condena y luz
a cada una ultrajo y humillo, se ríen burlescas
opto por transformar mi vida entera en una comedia
inútil modal de desaparición fallida.

Como mordiendo montañas bajo una enorme mirada
me arrastro sangrante por tus piernas desnudas
ardiendo la carne, ardiendo los sueños,
al estilo de los amigos que están en latitudes infernales,
que la lluvia lave mis pecados, como vendaval anciano
como una casa recién demolida por el escalofrío natural
como el llanto primero, como un último grito
entre las lágrimas.

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