jueves, septiembre 08, 2005

Sin ser más que él...

Cuando por fin pudo despegar los párpados, volvieron a su estado previo instintivamente a causa de la luz que hacía fila para colarse en ellos. Después de unos eternos segundos, en el techo se dibujaron unos maderos que quebraban el manto blanquecino y lo hacían pensar en cuanto tiempo habían estado secándose, o cuantos atardeceres había permanecido acostado.
Una sombra se estiraba cerca de una luz a su izquierda. Se animó a hablarle, ¿qué decir? ¿preguntar por la familia? ¿qué había pasado? ¿cuánto tiempo llevaba ahí? ...

-Estoy muerto - se habló a sí mismo, aún pensando en la imagen de su abuelo cortando el pasto y picando la tierra poco antes de soplar por los ocho años. Para su sorpresa, la borrosa silueta no se inmutó con sus palabras. Quizá hablé muy suave, pensó.
-No me puedo mover, apenas siento mis manos - elevó un poco la voz intentando algún tipo de reacción de la insensible silueta que se mantenía quieta a un costado de la ventana.
-Por favor, ayúdame - dijo con vergüenza, sintiendo un leve dolor en su garganta probablemente por el esfuerzo de hablar.

-Hace dos vidas que dejaste de respirar, ya déjate de joder - oyó en el momento que cerraba los ojos desesperanzado. Afuera de esas persianas se olía un día de verano, se encaramaban unas enredaderas a un tronco seco y unos cachorros peleaban sobre el pasto recién crecido. Se acordó del surazo que lo azotó en Valparaíso, se acordó de Luchín y sus padres cantores, se acordó de papeles pegados y poleras blancas. Se acordó del viento que lo elevó sobre el mar y lo llevó a ese bosque desconocido, ajeno a todo lo tenebroso, familiar como una madre, suave como el último beso. Déjate de joder. Se acordó de esas tardes labrando con su abuelo, cosechando gotas de una sangre sabrosa, comiendo el resto y riendo de la muerte. No pensó en ella cuando lo agarró de las piernas. No pensó en él cuando se tomó ese último vaso. Ese vaso que como cuerda floja se paró en él. Pensando en lanzarse mucho antes, pensando en que ya no iba a aguantar. Cuerda floja cuerda rota.
Y no más de esas copas muertas, sólo que me responda esa maldita silueta. ¿Qué me pasó? ¿Dónde está mi familia? ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

- Ayúdame, por favor... - rogó ya sin humillarse - Sácame de este cielo infernal y llévame a un lugar donde exista de verdad - Y se acordó de Violeta, de sus amigos y las guitarras. Payo lo estará esperando, Adolfo se preguntará el porqué de las lágrimas cerca del mar, el Gitano me extraña en canciones, lo sé. Y uno que otro niño no lo verá por su calle, jugando o saltando, bailando él mis pasos, bailando yo sus risas. Y el ruido de hojas secas lo trae de vuelta a las vigas, de maderos, nada. Luces negras colgando del techo y el perfil oscuro ya se delineaba más cerca de sus pies, lejano a su pensamiento, pero cerca de lo que podría ser su única posibilidad de ver otra vez la luz del día. Y se atreve. - ¿Por qué me tienen acá? - aventura. - ¿Qué hice para merecer esto? -
Y la respuesta no se hizo esperar -Cantaste más fuerte que los demás, una canción que no se permite escuchar. Vaciaste todo un mundo de corazones tristes, no dejaste crecer el mito de papel que yo mismo hice-
Así, sus ojos pesaron y se cerraron con un dejo de tristeza. No podría ser el pájaro otra vez, ni cantar al mundo esa vieja faceta que escondió para despues. Y ahí, justo en ese momento, fue que se lamentó por no haber ido a esa celebración de ocho años, los pasó en la calle, con torta arrancada de una pastelería y sin abuelos que abrazar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace tiempo dije que no los leía por lata de que eran muy largos...
Pero no...
No era por eso al parecer...
Ahora entiendo la diferencia de éste...
Porque este es distinto...
Tal vez como tu...

Simplemente genial...