martes, septiembre 20, 2005

Dos dedos de frente

Vi a Gregorio Samsa pasar por mi calle arrastrando una gran bolsa negra y no me percaté de la cantidad de animales que lo seguían. Horas despues, una multitud se abultó fuera de mi casa, increpándome el hecho de que no salí a despedir al Gran Gregorio. Extraño por decir lo menos, ya que nunca hablé con él, ni sabía que le llamasen el Gran Gregorio. De hecho, yo pertenecí a ese grupo, que, de niños, tirabamos piedras a su ventana. Creo ser el único sobreviviente de esa inocente jugarreta. Sin contar, claro, al mismísimo Cortázar que vivía un par de calles más abajo.

Ya pasados los días, vino a mi puerta un hombre bajito, sin más pelo en su cabeza que dientes en su boca; preguntando por una tal Princesa Höbnna, nombre más bien de realeza, poco probable de encontrar en mi humilde morada, pero el bajito, que se presentó como Mario B. insistió en pasar y buscarla por las habitaciones. -Que déjeme- Que no - Que está adentro - Que no - Que yo sé que está mintiendo... Dale con que el perro trepa árboles. Ok, pase... revise cada rincón y no encontrará a nadie. Cuidado con revisar los cajones, que ahí no cabe una princesa, pero sí muchos paquetitos personales. Y me quedé esperando en la entrada, viendo como Cortázar arrastraba leños de la playa para encender su chimenea. Mis párpados ya caían sobre mis mejillas, pero eso no bastó, sino que la música estalló en un remezón increíble para toda la casa. Botó recuadros y alguno que otro vaso, despertó al gato, movió la antena y hasta se cayó ese libro que estaba sobre la pila de asuntos, quedando abierto en la página que no quise leer. Hice ingreso triunfal a mi propio living, corriendo de espaldas para no ver el desorden y me topé con Mario B. encaramado en el librero. Arrojando maní por maní, llamando a la fiesta al joven soñador. En eso llegó Míster Davis, acompañado de doña Imaginación. Somnolientos como ellos solos, no pudieron aguantar la tentación de morir en mi living. Míster Davis con su sombrero y lentes correspondientes, la señora Imaginación bailando una cueca cumbianchera. Desesperado, yo, no sabía que servirles. Brandy, gin o tequila, tintolio o whiscacho pal caballero. Sientese donde quiera, menos en la mesa porque está nueva. Si quieren llamen al Cristo de Elqui, para que nos anime la velada, ya invité a la dama Amalgama y al señor Inspector, si es que era eso lo que preguntaban. Viene llegando Jotabeche en carruaje, seguido por la tropalá de niños bailando, asi que parece que se armó el cototo sandungueo. Falta alguien, lo sé... y por favor diganle a Mario B. que pare el leseito con el maní y que la puerta se cierra por fuera.

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