Bajo la puerta veo que chorrea la sombra, la única sombra que me provoca asco. Me dice entre murmullos que no huya, que el cielo es uno y el mismo para todos, temerosos o no. Me da asco y me tiemblan las manos. Sudo. La sombra se hace pared y se engrandece. Cierro los ojos y espero.
Bajo la puerta entra ahora la luz del baño y yo con mis ojos cerrados sigo temblando, esperando. Quizá no los vuelva a abrir jamás.
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