jueves, agosto 09, 2007

No preguntes si no quieres saber

En la calva mano de un anciano
quise yo verme la suerte
sin pretender ni por un momento
encontrar allí algo de muerte.

cuál sería mi cara, mi alarido
al darme cuenta en el acto
que esa piel hablaba no solo de fallecidos
sino que lloraba y gritaba: ¡El holocausto!

Está riendo entre dedos, me dije, (está bromeando)
que sabe una palma lo que está pasando
voy a ponerme un guante será mejor,
que a mí me queda poco, pero a ustedes les queda harto.

Clase de poesía cognitiva

¿Quién me dirá hoy
lo que es realmente leer?
Conocer, reconocer,
recorrer las palabras
y entenderlas.
¿Y si no hay ideas?
No es leer.
¿Cómo que no?
No, no.
Conocemos entonces lo que ya hemos visto,
reconocemos y sabemos.

El Señor que no es tal.

Arriba del cerro está el Señor que, aunque se niegue a escribir su nombre con minúscula, entendemos que su importancia es menor. Vive allí.
Desde siempre. Mi siempre.

Desde que tengo memoria (siempre la tuve, pero desde que me acuerdo que la tengo, o sea...), ha vivido allí. Quizás cuántos años más.
Creo haberlo visto entrar a un par de casas en el centro. Posible familia. ¿El Señor tiene familia? Todos sí. ¿El Señor es parte del todo que conocemos? No.

Su todo es un arroyo vacío, su realidad es nuestra irrealidad, su existencia no es más que la de Señor en un cerro donde decir Sir, Monsieur, Señor, Perro, Animal... son la misma cosa. ¿Qué? Claro que sí. Pobre Señor.

-Se sentirá solo en su cerro-

¿Vamos? No.
¿Caminemos por el sendero? No lo es.
Es una puerta entreabierta a la perdición. Ay Señor. No le tomé importancia.

-El Señor falleció un día soleado-

Un día que el cerro se llenaría de niños elevando volantines y sus padres mirando y sus padres sentados y sus padres enterrados pensando que ese niño que hoy mira desde el centro de la plaza hacia el cerro, mañana querrá vivir ahí. A buscar la paz, la tranquilidad, el abucheo interior, el frío casual de invierno.

jueves, agosto 02, 2007

Basta

Basta de idioteces, me dijo el ruiseñor
Basta de matanza, me dijo el mismo niño
Que ayer lloraba por su hermano
Destrozada su cabeza y en el fondo de un callejón acribillado

Basta de pagarés anónimos
Basta de carruajes construidos a placer
Basta de una vez por todas de la mala educación
Que no te enseñen qué pensar cuando miras al revés

Basta con el cuento de la igualdad
Basta de tanto aplauso sin méritos
Hoy son de otro color, los mismos clérigos
Que ayer lloraban a escondidas.

Ni perdón ni olvido ni llanto
Juntos no hacen uno
Nació muerto, creció tuerto
El cielo se abrirá tarde o temprano

Qué me quieren decir con eso
Que el suelo de ayer, hoy vale el doble
Que los pobres viven mejor
Que el agua del té ahora sí que está caliente

Basta de abstractos para conocer
Si quieren les mido cada rincón
Basta de dibujitos de colores
Enjoyando la mierda del seudo pintor.

Déjenme decirles algo,
Y para esto no tengo que gritar
El niño se durmió hace un buen ratoParece que no va a despertar.

Y así

Bajo el efecto del sol me convertí en tu viejo amor
de siempre de ayer, escondido entre las calles
Soportando el surazo me hice fuerte
y tus dedos en mi pelo se encuentran unos a otros.
Vagué por avenidas que estuvieron escondidas
tú en cada puerta, tu voz y llanto en la ventana esa
imaginaria o tan real como el recuerdo
de tu cuello libre frío siempre atento.

Aún hoy espero bajo el sol
ya no cae agua, ni de los techos panfletos
pronuncio tu nombre en silencio, casi enfermo yo
me cuesta un poco más llorar
debe ser el sol, debo ser yo.