Ahí donde la señora le convida una olla al señor, donde los besos crecen más alto que una flor, y no se puede huir, nunca se quiere huir.
Ahí donde el sueño se deja reposar, los días pasan como manchas en la tierra y en el mar; y es que no, no vivió, no supo convertir el árbol su miedo en placer.
La tierra descansa como en ningun otro lugar, cubierta y alimentada, rebosante de voluntad. A veces se aburre de danzar y se vuelve a mirar a sus hijos, ya muertos, nunca olvidados.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario