Es hora de dormir,
de apagar las escuálidas luces y habituar
los ojos, equilibrar el tiempo
lado y lado
un ensayo de muerte diario;
es hora de saciar la carne,
pretendiente del juguete cansado;
oigo apenas fuera del cascarón
que una fábrica dejó de funcionar.
Sólo queda sangre
para decir más sangre,
empapadas las manos y los pies
pegados al suelo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario