martes, enero 29, 2008
Carta de Renuncia
Yo, Pepe Damian Rocha Lagarto de nacimiento
de Run desconocido,
por medio de este papel sucio declaro
que dejo de arrendar mis servicios
a esta grandiosa ciudad descuidada
en forma voluntaria y por motivos personales
(una crisis que no viene al caso relatar en esta cochinada)
a partir de hoy, sábado 2 de septiembre de 2006.
El trasfondo de esta intervención
se viene cocinando hace ratito,
podría decirse que desde el momento mismo de la concepción.
- Entonces para qué se puso usted a trabajar – se preguntará
quizás no con tanto respeto como podría yo imaginar
por aburrimiento
por miedo a convertirme en asesino en serie
por casualidades de la vida
¿por costumbre?
Como acto poético. No, eso si que no
- Entonces qué me quiere decir – usted dirá
y yo responderé una vida escupiéndole las solapas y los bigotes
responderé con barbaridades que no comprenderá usted
porque sus manos me tomarán al momento de mi cogote
me levantan y me bajan después de patitas en la calle
que estará también indignada
como usted y como yo
y como toda esta ciudad
que ya dije, es grandiosa.
Concedo a explicar a continuación
con lujosos detalles (o con lujo de estos mismos)
el placentero curso de acontecimientos que me llevó
a huir de esta rutina caída en el sinsentido:
Despertéme a las cinco a eme todos los días
durante semanas infinitas (la verdad es que no recuerdo cuántas)
procedí a ducharme varias veces
y a cepillarme entero: dientes, axilas, cabello, manos y pies. Entero.
Si bien al inicio llegaba tempranito,
con el tiempo me fui atrasando un día, dos días, años.
Y la rutina se volvió imprecisa, nunca supe de allí en adelante
las consecuencias que me traería la rutina maldita:
Salía de mi casa y llegaba a la misma dos minutos antes,
un martes quise reir y se me escapó un llanto cortado en pedazos,
fotocopié mi cara varias veces y adivinen que se asomó en la hoja,
fui a un concierto de folclor y fui testigo de un sacrificio humano;
todo esto producto de la ru ti na
que me había jugado una mala pasada.
Así fue como se gestó esta abrupta renuncia.
Mi intención no es perjudicarlos (aunque en el fondo)
Lo único que me resta por decir señores
Es que me voy feliz de aquí, porque nunca los olvidaré
ni los gritos ni los balazos cortopunzantes que me hicieron cambiar
la visión que un padre viejo (muy viejo para ser mi padre)
forzosamente dibujó en mi falto-de-emociones pensamiento.
Me despido entonces, corriendo por las dunas
deslizo por los cerros corro salto y río, sí río,
como antes no lo hice, más bien no pude
porque aunque suene repetitivo y redundante y reactivo y recto
esa maldita rutina me cagó la vida señores, me hizo otro.
Dónde se fueron los días que el desfase perdió
Dónde se arrancaron los momentos que cayeron ladera abajo
Dónde quedaron, dónde, los únicos recuerdos
que tenía de mi infancia en la casaquinta
que sonaban entre flores y cerros.
la ru ti na pa ga da ¿justifica lo ya perdido? No señor, no.
Y es que quizás esta vida que me tocó señores
venía con problemas de fábrica
era de segunda mano.
¿Tengo aún derecho a reclamo?
- No pues – ustedes pensarán, claro
- el que se la busca, se la traga – también he pensado
Y me saco esta cara de resignado
y grito al cielo y reclamo porque quiero
y esta rutina no me va a cagar de nuevo.
Si esta que me tocó venía mal hecha, no me queda más
que arreglarla como dicen, con un alambrito
o con un alarido.
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